Mi rostro muerto aun pudo sentir, aun pudo verlos.

La tarde encierra su palabra sucia en mi interior roído por las amapolas.

Siembra la duda de no saber querer, de no tener a nadie mas que tu vanidad infinita, tu sonrisa y tu estupidez colectiva.

Cuanto mas defiendes, mas aprendo lo fragil que son las piedras.

Guardar silencio en los latidos de las sombras es agonizar las llagas que hace el sol por no tocarte.

No quiere tocar tu cuerpo indecente ya maldito por las tintas.

No conoceré nada más, ni duraznos tibios ni ojos que no sean ciegos, no soportaré.

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