En mi cabeza hay un desorden dónde reinan arañas muertas. Ellas nunca sonríen y tejen telarañas sobre inmensos y hermosos cielos plateados. Un día una red se rompió, dejando libre un haz de luz que tocó mis ojos, sentí la necesidad de escapar, tenía miedo, no sabía que era aquella luz. Me escondí de mi mismo y traté de sonreír, más no pude. Levanté los brazos, los estiré y traté de llegar al cielo, para abrirlo. Di un salto y descubrí cual era el nombre del Sol, más lo olvidé.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El sol siempre estará donde mismo, esperando que tu cielo se abra y tus arañas se jubilen.

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